En sus casi 110.000 hectáreas Doñana ofrece una variedad inagotable de ecosistemas y paisajes. Aquí un denso bosque de alcornoques da paso, a la vuelta de un lentisco, a la inacabable marisma. Una marisma que se pierde en el horizonte, donde una flotante silueta de dunas amarillas la separan del mar. Allí quizás, un oscuro pinar esconde un camino perdido entre juncos que conduce a las ardientes arenas de un pequeño Sahara. Escondido en alguna parte, un verde manto de helechos se extiende hasta el mismo pie de la más intrincada maraña de troncos y ramas que jamás cubriera el cauce de un arroyo.
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