Cuando era pequeño la vocación más celebrada era la de ser médico. Profesión distinguida, respetada por todos. Más tarde se corrió la voz de que los que más se enriquecían eran los fontaneros. Riquezas hechas a sí mismas, vestidas por los pies. Hasta hace unos meses el futuro estaba en la especulación y las comisiones. Contratos hinchados artificialmente, ocultos tras una corbata sonriente oculta tras una empresa fantasma oculta tras una Marbella fantasma, que es un poner. Pero parece que muchos se han enterado del chollo. La burbuja se rompe y los nuevos ricos pegan sus desesperanzas en las farolas.
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