La barbilla de ese rostro que forma la península Ibérica y que culmina con la espectacular fortaleza de piedra conocida como cabo de San Vicente, considerado en tiempos remotos como “el fin de toda tierra habitada”, pues así parece: el suelo se interrumpe de pronto, cruentamente, en forma de acantilado de 60 metros sobre un agua oscura y misteriosa. Además, el viento que azota sin piedad, la neblina que acostumbra a recubrirlo y el faro que lo preside dan al cabo de San Vicente –cuyo nombre homenajea al santo mártir cuyo cuerpo fue velado, allá por el siglo IV, por dos cuervos- un extra místico que concentra, cada atardecer, a cientos de jóvenes que despiden al Sol mientras se oculta por el horizonte. Provistos de cervezas, ropa de abrigo y cámaras digitales, estos adoradores del astro rey se desparraman por las rocas para obtener la mejor visión de un espectáculo que sobrecoge. Una lápida advierte de su peligro potencial: algún que otro turista ha perdido la vida al caer desde esta gigantesca proa continental.
4 Comments
Bonita foto
Muchas gracias, viniendo de ti es todo un halago…
Sabes tan bien como yo que me obligaste a escribir este comentario, así que no te hagas el tonto…
Eh… que yo no te he ogligado a escribir la chorrada que has escrito… escribe lo que te de la gana, ya sabes que la crítica siempre es bien recibida.