Cuando uno entra en la Ciudad Prohibida lo primero que ve es a un niño correteando entre cientos de súbditos, y le viene a la cabeza la historia de Puyi, el último emperador de China, aquel que subió al trono a la edad de tres años y fue adorado por millones de chinos como una divinidad. Gobernó la Ciudad Prohibida hasta que las fuerzas republicanas lo encerraron entres sus murallas, murió siendo el jardinero del botánico de Pekín, y comunista.
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