Los fotógrafos (o redactores gráficos, como les gusta llamarse) creen que la cámara es un escudo que les protege de cualquier contingencia. Los plumillas, en cambio, tenemos muy claro que si hacemos una pregunta impertinente las cosas pueden ponerse feas. A nosotros no se nos ocurriría interrogar a un pavo real sobre la disponibilidad de su harén. Pero un “fotero” le meterá el objetivo en la cara para conseguir un primer plano. Total… lleva encima el “escudo”, así que no pasará nada. Además, como todo experto naturalista sabe (lo que no es mi caso), a estos bichos les encanta pavonearse delante de una cámara, exhibir el abanico multicolor de su cola. ¿Por qué este ejemplar atacó entonces con pico y patas al sufrido profesional? Muy sencillo. No estaba viendo a un fotógrafo. Estaba viendo un rival: su propia imagen reflejada en la lente del objetivo. Cada muestra de agresividad recibía una respuesta simultánea. Será cabrón este pavo… ¡las pavas son mías!
Texto: Miguel A. Barroso
Texto: Miguel A. Barroso
2 Comments
La verdad es que apunta malas intenciones.
Gracias por tus comentarios Martos, siempre los leo con atención. Y sí, al final tenía muy mala intención, me sacudió.