Son los gatos los que no cazan con guantes. Los porteros, sí. Es más esas manoplas voladoras son necesarias, casi obligatorias, para atrapar el balón con un mínimo de garantía. Y nada mejor para perder complejos que una portería imaginaria, como la de este Casillas en potencia. Sin postes ni larguero, sin límites ni a lo alto ni a lo ancho. Lo importantes es el balón. Llegar a él, estirarse hasta casi romperse para apresar la pieza voladora. Y el que se tira ahí, en cemento puro y duro, con su figura dibujada en el suelo, sentirá que los campos de tierra ya no son tan duros como se piensa y los de hierba, un colchón de última generación. El objetivo de esta estirada hacia el infinito no es otro que salvar un gol, llevar la contraria a la razón de ser de muchos deportes que no es otra precisamente que el gol. Se dice en Argentina que portero se es por vocación o por descarte. Cierto es. La portería se elige -“yo me pongo”- o te la eligen -“tu gordo, de portero”. Al fin y al cabo es un puesto que tiene mucho de antihéroe. Enrique Ortego
Adjunto al Director Deportes
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