La nación kurda ha existido desde hace treinta siglos en Kurdistán. Los kurdos, cuya lengua es de origen indoeuropeo, se remontan a los medas que derrotaron a los asirios en el año 612 a.C., para fundar un imperio que a su vez fue vencido por los persas en el año 550 a.C. Desde entonces, el pueblo kurdo ha vivido bajo la dominación extranjera o bajo la opresión del feudalismo. Saladín, quien luchó contra los cruzados, era kurdo. En la Edad Media, los kurdos vivieron en relativa libertad bajo el reinado de sus soberanos y príncipes. Con el surgimiento del Imperio Otomano y la creciente rivalidad con el Imperio Persa, el Kurdistán se convirtió en una zona estratégicamente importante. Aunque los otomanos incorporaron al principado kurdo en 1639, los feudos kurdos fueron virtualmente autónomos durante el Imperio Otomano hasta comienzos del siglo XIX. Sin embargo, la interferencia otomana en los asuntos de los principados kurdos, causaron tales resentimientos que provocaron levantamientos que estallaron durante ese periodo. Dichas rebeliones, que se llevaron a cabo para liberar al Kurdistán del yugo otomano en 1806, 1831, 1842, 1855 y 1880, fueron derrotadas porque el tribalismo que prevaleció durante esa época impidió que se creara una conciencia nacional en el pueblo kurdo.
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