Le he pedido a uno de los amigos (J. F. Alonso) que me acompañaba entonces que escriba un párrafo:
“La roca era como la punta de una lanza sobre la neblina y el mar. Exactamente la forma de un triángulo de acero, sólo que, en este caso, era piedra alfombrada de hierba, las murallas de la historia. Creo recordar que Mel Gibson rodó allí Hamlet, y lo cierto es que nada más aproximarnos a las ruinas de Dunnottar daban ganas de ir a buscar la armadura, el whisky de malta y las ganas de matar. Nosotros nos conformamos con sacar la cámara -analógica aquellos días, como el castillo- y disparar repetidamente sobre una de las siluetas más fotogénicas que recuerdo, una postal escocesa, un carrete entero en el coche de alquiler que nos llevaba de aquí para allá. El clic de alguna de aquellas fotos vuelve a desfilar, de repente, en la memoria. Ay, la vida que pasa”.
Cuando en este reciente viaje le planteé al fotógrafo desviarnos de la ruta para visitar Dunnottar pensé por un momento que quizás mis recuerdos me estaban traicionando, que la cosa no sería para tanto. Me tranquilizó comprobar que el compañero se pulió una pastilla disparando su cámara como un poseso.
Texto: Miguel A. Barroso
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