La capilla de Roslin, al sur de Edimburgo, saltó a la fama por “El código Da Vinci”. Un catálogo de símbolos religiosos y paganos se esconde en su interior para los aficionados al esoterismo, aunque no hay constancia de que los huesos de María Magdalena, es decir, el Santo Grial (según Dan Brown), descansaran en su cripta alguna vez. Como no me sentía cómodo bajo la bandera del relativismo izada en el último post entré en Roslin buscando algo que tuviera la categoría de sagrado, de indiscutible, un asidero, un faro, una referencia… No lo encontré en el gesto burlón de los misteriosos green men labrados en la piedra, ni en el reproche de las abuelas del inserso escocés que nos pedían explicaciones por hacer fotos prohibidas. No. En mitad de la nave central una pareja se abrazaba y se besaba como si los espíritus que habitan en la capilla les animaran a ello. Tal vez esos amantes se sentían imbuidos por la magia del lugar. ¿Bendecidos o condenados? En Roslin valen todas las miradas. El green man pagano les aplaudiría; el diablo, en cambio, se los llevaría detenidos. El fotógrafo, antes de meterse en debates éticos, apuntó y disparó.
Foto Miguel Berrocal
Texto Miguel Á. Barroso
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