La nobleza que hizo del ocio un arte vive ahora del ocio de los plebeyos; si no, cómo diablos podría mantener en estos tiempos una finca como Atholl Estate, en Perthshire. Pase por caja y visite el castillo de Blair, donde fueron felices sin dar ni golpe una docena de duques. Verá sus retratos colgados de las paredes: tipos sonrosados y entrados en carnes, vestidos con el tradicional kilt y con la escopeta de caza y el vaso de whisky como complementos imprescindibles. Si da un buen braguetazo, puede celebrar su boda en el recinto (hay un enorme salón de baile, jardines con pavos reales y praderas con vacas melenudas). Recorra los bosques y las colinas donde corretean ciervos y corzos. Compre souvenirs en la tienda. Y vuelva, por favor; el duque necesita sus libras. Frente al castillo, una gaitera menuda hace un esfuerzo titánico para que el instrumento no se apodere de ella. La estampa no puede ser más escocesa.
Texto: Miguel A. Barroso
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